Este período se denomina "menopausia" -aunque quizá convendría cambiarle el nombre por el de "más pausia"- dado que es precisamente la pausa en la cual la mujer se toma el tiempo necesario para encontrarse consigo misma, para amigarse y permitirse un gran cambio.
A pesar de ello, lo común es que la mujer se conecte con los miedos y la ansiedad por el paso de los años din darle pausas al cuerpo, sólo acumulando tensiones.
De allí que es la mente la que se enferma, y entonces se acumulan problemas de salud y miedo a la vejez.
Cuando se recurre a la ciencia, a veces ésta ensaya con medicamentos: prueba uno y otro hasta hallar el más conveniente, a veces, intoxicando el organismo a la espera de su evolución y reacción. O bien recurriendo a distintas terapias, en un intento por aliviar los malestares, pero al mismo tiempo entregándose resignadas como algo descartable, arrumbándose en un rincón, sin alegrías, desesperanzas, conformándose con vivir mal.
La práctica del Yoga abre muchas perspectivas e ilusiones a las mujeres que atraviesan esta etapa. Pronto empiezan a sentirse mucho mejor, debido a que:
- Se oxigena mejor la sangre, hay más irrigación cerebral y se facilita el retorno venoso.
- Se equilibra el funcionamiento de las glándulas.
- Se fortalece el sistema inmunológico.
- Mejoran las funciones digestivas.
- Se elongan los músculos y se alivian las contracturas.
- Se regulan todas las funciones fisiológicas, lo que facilita la desintoxicación integral de cada una de las células.
- Se produce un mejoramiento del estado general, psico-físico.
Así, si se empieza a escuchar el lenguaje del cuerpo, la mujer se hace cargo de sus sufrimientos y de sus conductas que, a veces, acompañan los procesos de cambio con dolores, como un reclamo de atención.
También se va brindando atención a la mente y al espíritu, practicando un verdadero aire y ciencia de vida, borrando, poco a poco los hábitos negativos, y aliviando así los padecimientos propios de la edad; entre otros, los famosos sofocos y calores.
No debemos olvidarnos que un mejor estado general hace que se tenga una postura distinta ante la vida.
Con la adopción de una dieta sana se facilita la recuperación del peso normal, se deja de lado el fantasma (o la realidad) de la obesidad, y el cuerpo tiende a recuperar su belleza natural; lo que hace que también se vayan dejando de lado los sentimiento negativos.
Entonces, la mujer se siente más libre y liviana; aprende a disfrutar de su cuerpo, teniendo una relación más fluida con él.
La sensualidad se manifiesta serena y se libera armoniosamente la sexualidad. A través del Yoga se conecta con la pura conciencia, conociendo la fuente de la naturaleza del Yo interior.
Cuando el cuerpo se expresa con naturalidad, se explaya el Ser, su Espíritu, su esencia, para fluir como fluye la naturaleza.
Recuperando la salud, las ganas de vivir, retornando a las cosas que se fueron dejando; volvemos a amarnos a nosotras mismas y a todos los seres que nos rodean. Se produce en nuestro ser un cambio interno, que abre nuestro corazón, dando paso a la Paz, que comienza a fluir desde lo profundo. Dejando atrás padecimientos, enfermedades, disminuyendo poco a poco la medicación y abandonando todo lo que es tóxico, como decía Mataji, vamos perdiendo la "viejez" para recuperar la juventud.
Dándonos tiempo y "más pausa", con la práctica nos permitimos rejuvenecer y experimentar nuestra edad. Aceptamos que el cuerpo evoluciona para bien y, a través de él y de las posturas, llegamos al espíritu, último objetivo del Yoga.
Después de un tiempo, estamos preparadas para disfrutar un cuerpo sano y una mente equilibrada. Desarrollamos así un renovado amor por la vida; permitimos que el tiempo fluya sin preocupaciones y sólo nos ocuparmos de ser felices.